La casa nueva es hermosa, cómoda y silenciosa; sin embargo son 40 minutos de caminata rĆ”pida hasta la parada. Es dĆa de uni; y dĆa de coro. Adoro los dĆas de coro, aunque salgo extremadamente tarde, las clases son geniales; y bueno, cantar siempre ha sido genial en mi vida.
Voy yo de regreso con mi postĆn, y como siempre, caminando torpemente, la “patas chuecas”; cansada del extenuante dĆa, y de ver el camino que pareciera extenderse y se hace interminable. Es tarde, sĆ, mĆ”s de lo que deberĆa; pero nunca me queda suficiente dinero para pagar el excesivo taxi a casa.
Los carros pasan volando, silenciosos; pero con luces tan altas que, como se dice aquĆ, “van cazando venados”. Y yo sigo, son como las 9; pero como siempre, solo mi alma anda a pie por estas calles… Porque en este sector, todo el mundo tiene carro o se da el lujo de pagar chóferes y taxis…
Voy cantando “The Phantom of the Opera”; creo que he asustado a un par de guardias, incluyendo al de la entrada del Club, y eso me causa mucha gracia... Se les ponen los pelos de punta, y se les eriza la piel hasta la nuca… La gente aquĆ suele temerle a los cantos de ópera; la ignorancia exacerba ese miedo, recordĆ”ndoles espectros y espantos aterradores. He desafinado un par de veces, pero ¿quĆ© importa? La soledad de la noche y el silencio lo ameritan para esta larga caminata.
Casi llegando a mi casa hay un montarral al doblar la esquina. Se ve desde que pasas la mitad de la pared que rodea al club, porque es una larga avenida recta. Veo la silueta de lo que parece una seƱora gorda, asĆ como mi mamĆ”, caminando en dirección a mĆ luego de doblar la esquina. Me preguntaba si era ella; a lo mejor habĆa salido a buscarme por lo tarde, como la otra vez.
Mal de la vista como lo estoy, no distingo muy bien de lejos, asĆ que se me era imposible saber si aquella gordita era mi mamĆ” o no; esperemos a ver si es, cuando estĆ© mĆ”s cerca… Estaba pendiente para ver si podĆa distinguir en la distancia si era ella o no. Pero definitivamente venĆa alguien, porque por mĆ”s que parpadeaba y me limpiĆ© los ojos, ahĆ venĆa.
Cruzó una camioneta con sus luces como los cegadores faroles de Seguridad Nacional, una esquina antes, mĆ”s cerca de mĆ; y perdĆ la vista por uno o dos segundos. No habĆa a donde cruzar, ni donde esconderse… Y si se hubiera devuelto, podrĆa haber alcanzado a verla… La figura simplemente desapareció, asĆ, sin mĆ”s ni mĆ”s, tras el rayo de luz cegadora del carro.
EscalofrĆo… Se ahogó mi Fantasma de la Ćpera. Inmediatamente me callĆ©; algo, por instinto quizĆ”s, me decĆa que cerrara la boca o podrĆa irme mal. AcelerĆ© mi caminata lo que me permitĆa el cansancio; y crucĆ© la esquina rĆ”pido, cabizbaja. Sin emitir un solo sonido… Sin atreverme a mirar aquella esquina sombrĆa… Sin siquiera respirar…
Nunca mĆ”s cantarĆ© estando cerca de ese montarral. Ese tipo de sustos no son de los que se olvidan fĆ”cilmente…
¡Y lo advierto, estaba sobria! No suelo consumir alcohol, con excepción de las fiestas decembrinas… Tampoco uso drogas, ni sustancias psicotrópicas… XDXD
Pero sĆ© que no es mi primer encuentro con fantasmas; y mucho menos el Ćŗltimo, no es algo difĆcil de adivinar…
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