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Historias de Fantasmas II: Palma Real (continuación).



“Claro que las brujas no existen, pero de que vuelan, ¡vuelan!” (…)

¿Recuerdan que comentaba que cuando uno es propenso, siente las cosas extrañas? Bien, siempre se han atraído los polos opuestos; y la luz siempre llama a la oscuridad tras sí… Una de mis tías me dijo que, cuando uno maldice en una casa, las maldiciones quedan atrapadas en las paredes, generando mala fortuna al que allí habita… Como aquel martes agónico que viví el año pasado…

Mi hermana se pomponea de poseer a un demonio, Calucifer… Obviamente no siendo este su nombre verdadero; tan solo un nombre de un personaje manga con el que se ha ilusionado. Ala, que siempre he mantenido la idea de que la niña es mentirosa como ella sola; pero su necedad de creer que tiene ese demonio a invocado cosas oscuras a las casas donde hemos vivido.

Viene a ser bastante aterrador el hecho que, cuando estás en una casa nueva, se oigan cosas cuando estás completamente solo. Si el mismo silencio que rodea estas tierras es capaz de volverse tan abrumador como tranquilizante, pueden imaginar que cualquier sonido retumba en toda la casa.

Acomodar cajas y cosas es y un trabajo bastante pesado que toma bastante tiempo. La hora de las brujas es de 12:01 a 4 de la mañana. La primera noche que dormimos en la casa, mi hermana y yo nos acostamos de madrugada acomodando peroles. Pues, ni bien nos alistábamos a acostarnos, un espeluznante ruido surcó el cielo: Parecía el grito de una bandada de lechuzas. Pero hay solo un pequeño detalle: Nunca, jamás, las lechuzas vuelan en bandada. En pareja quizás, pero no en bandada; y estas se escucharon como una veinte. Decidimos taparnos las cabezas con las sábanas, apagar la luz de inmediato y olvidarlo. ¿Serían la 1:30, quizás?

Siempre me costó dormir en lugares nuevos, y aunque fuera mi propia cama, el simple hecho de cambiarla de posición no haría una excepción al hábito. A la siguiente noche 3 de la mañana, retumbaron las pisadas en el techo. No sería la primera ni la última vez que se escucharían. Se sentía como si alguien cayera sobre el techo repentinamente, corriera unos cuatro o cinco pasos, y se lanzara al vacío. Las dos primeras noches mi mamá salió a ver si había alguien atrás, encendían las luces y salía junto con mi padrastro, con un cuchillo de cocina. Pero la soledad de la noche seguía siendo tan grande como siempre.

¿Cómo describir el sonido de aquellos golpes? Es como si un enorme zamuro cayera con todo su peso, se pusiera zapatos y saltara sobre el tejado. Pero si hay algo que no hay en este recóndito lugar, son zamuros.

Dos semanas después, algo peor: La puerta del baño de mi mamá comenzó a abrirse sola. Así la halaras, la empujaras, la cerraras con todas tus fuerzas; segundos después se abría como si la empujaran desde adentro. Y luego, al final de la semana, la puerta principal también comenzó a abrirse sola. En una ocasión, estando sentada frente al mueble junto a dos amigos, la puerta se abrió justo frente a nosotros; a pleno mediodía.

El ambiente del cuarto de mi madre se torna muy pesado cada vez que entro allí; y en particular, no me gusta entrar mucho a ese lugar. Pero eso no es todo lo que pasa en mi nueva casa encantada. La cocina, que de día está tan bien iluminada, de noche se vuelve muy lúgubre; con un ambiente tan pesado que pareciera que un zombie te va a poner una mano sobre el hombro en cualquier momento… ¡Y ni hablar del patio de atrás! Luego de cruzar la cocina, aún después de encender la débil luz de la campana, las manos parecen temblar al abrir la puerta posterior, tragas grueso, y una oscuridad total te invade al abrir finalmente, rota solo por las estrellas y casuales luces de luna llena. Los deseos de correr hasta el interruptor de luz, y hacer lo más rápido posible lo que tengas que hacer allá atrás, y correr de vuelta hasta cerrar la puerta nuevamente, son indetenibles.

La soledad total es asfixiante, sientes como si los demás habitantes de la casa hubieran muerto al acostarse en sus camas; y no hay ningún ruido aparte del estruendoso viento que silva como queriendo aullar. ¡Pero aún no es todo! Al acostarte en la cama, a veces sientes como ‘bichos’ caminan sobre ti debajo de las sábanas, aún cuando no hay absolutamente nada al saltar de la cama, encender las luces y sacudir las sábanas. A veces, sientes como si heladas manos te tocaran las pantorrillas, brazos y cuello con la punta de los dedos, o con húmedas plumas, trazando líneas.

Sientes la presencia de alguien parado en la puerta de los cuartos, a veces hombre, a veces mujer; y esa presencia incluso, a veces puede dejarse ver en pequeños reflejos estáticos, como pequeños puntos y líneas de luz, casi imperceptibles y fugaces. Oyes cómo mueven papeles, bolsas, adornos, almanaques y maderas dentro del cuarto, aún cuando solo tú estás despierto en toda la casa, y nadie más a entrado en la habitación. Si no, se escuchan los pasos. Luego todo está igual como lo dejaste el día anterior. No me sucedió solo a mí, a mi hermana también.

Las pesadillas están a la orden de las noches, y la escasez de presencia humana torna el aire terrorífico y congelante. Me costaba conciliar el sueño, aún cuando el trayecto para llegar a la casa era tan exhaustivo. Fue peor durante los días posteriores al fantasma de la esquina, aquél que desapareció tras la luz de la camioneta. Se oían más los pasos, sentía más las extrañas presencias, cantaban más las aves espantadas, vimos varias lechuzas y un perro aulló una noche en que perdimos la luz eléctrica por todo el sector. Mucho después recordé que en la antigua casa, había rosarios colgados de la puerta de mi cuarto desde que nos mudamos; y colgué los que conseguí en mi propia cama, junto a un Ank y mi estrella de Hades. Ríanse: solo así pude dormir sin tener tantas pesadillas, y sin los bichos ni los dedos en mis pies.

Este año no se han abierto las puertas, no sé por qué, pero espero que dejen de abrirse solas; no es normal. Y aunque el patio de atrás sigue siendo espeluznante, la pesada aura de la cocina pareciera estarse disipando un poco más. Quizás la presencia navideña de mis brujas favoritas haya aplacado el devorador apetito de esos horribles espíritus. Les puede parecer mentira todo esto; pero hubieran visto la foto de la mano que emergió maquiavélicamente de fuego, durante el ritual de purificación que hicimos el 21 de diciembre…

Sajoh

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